(Madrid9.- El pasado 14 de junio se difundió un estudio, liderado por Yukata Kondo, de la Universidad de Nagoya (Japón), que relacionaba una infección bacteriana con el origen de la endometriosis. Ese mismo día, la revista Nature publicaba una reseña de su trabajo. Y desde entonces, numerosos medios de comunicación se han hecho eco de los resultados, con titulares que invitan a leer su contenido con curiosidad y esperanza.

No es para menos: la endometriosis sigue siendo una patología bastante desconocida que presenta importantes implicaciones sociales, económicas y de salud pública. Son muchas las mujeres afectadas (unos 200 millones en el mundo), con importantes repercusiones en su calidad de vida y capacidad reproductiva.

El tratamiento actual solo tiene un carácter paliativo y está dirigido principalmente a combatir el dolor y la infertilidad. Por eso, descubrir su origen es todo un reto que permitiría identificar y desarrollar acciones preventivas y nuevas terapias más eficaces. La endometriosis se produce por el crecimiento del endometrio (capa superficial del útero) en otras partes del cuerpo, lo cual puede generar lesiones que provocan dolor y disfunción en diversos órganos.

Se han propuesto varias hipótesis para explicar su origen, incluida la menstruación retrógrada (acceso de sangre menstrual con células endometriales a la cavidad pélvica a través de las trompas de Falopio), la metaplasia celómica (transformación de células peritoneales en endometriales por algún estímulo) o la presencia de restos müllerianos (ubicación extrauterina del tejido durante el desarrollo fetal).

No obstante, se suele admitir un origen multifactorial asociado a elementos genéticos, ambientales e inmunológicos. La participación de la microbiota y la disfunción inmunológica están recibiendo cada día un mayor soporte científico.

¿Qué aporta el nuevo estudio?

La nueva investigación, que ha empleado técnicas muy complejas y punteras, describe una mayor presencia de la bacteria Fusobacterium nucleatum en el endometrio de mujeres afectadas por la patología, aunque no propone una explicación para ello. Sin embargo, los científicos no encontraron bacterias del género Erysipelotrix, de las que otros autores ya habían descrito una representación aún mayor que de Fusobacterium en este tipo de muestras.

Kondo y sus colaboradores proponen que la presencia de F. nucleatum en el endometrio activaría la respuesta inmunitaria, en la que los macrófagos M2 (un tipo de célula defensiva) estimularían la diferenciación de fibroblastos en miofibroblastos. Entonces, los miofibroblastos (células protagonistas en la cicatrización y relacionadas con la fibrosis) podrían proliferar y migrar, promoviendo la supervivencia del endometrio fuera de la cavidad uterina y generando así la endometriosis.

El equipo de la Universidad de Nagoya señala que la presencia de F. nucleatum agrava la endometriosis inducida en los ratones, y que la enfermedad mejora con el tratamiento con los antibióticos metronidazol y cloranfenicol.

Cautela ante los resultados

Sin embargo, antes de levantar las campanas al vuelo, conviene señalar algunas limitaciones importantes que lastran estas conclusiones. En primer lugar, el estudio se realizó en un grupo de 155 mujeres, 79 con endometriosis y otras 76 que conforman el grupo control. Los individuos sanos deberían ser la referencia, pero en el grupo control de este trabajo había una mezcla heterogénea de pacientes que presentaban, en su mayoría, una o más patologías ginecológicas.

Por otro lado, se emplearon como control bacterias frecuentes en la microbiota vaginal de mujeres en edad reproductiva de países asiáticos, por lo que habría que confirmar los resultados obtenidos en poblaciones con mayor diversidad étnica. Además, la correlación no implica una causa. Es decir, no hay evidencia directa que apoye la hipótesis propuesta por los investigadores: que la presencia de Fusobacterium en el endometrio produciría endometriosis mediante menstruación retrógrada.

Y por último, el modelo animal para estudiar la endometriosis es la hembra del ratón, que no menstrúa ni desarrolla la enfermedad de forma natural. Para inducirla se requiere una estimulación hormonal y un trasplante ectópico de tejido endometrial mediante cirugía o inyección intraperitoneal. En el caso de los roedores, se ha comprobado que imitan solo algunas características de la endometriosis humana.

Perspectivas futuras

El grupo dirigido por Kondo propone realizar un ensayo clínico con antibióticos para mostrar si se pueden aliviar algunos de los síntomas de la endometriosis. Actualmente, la Universidad de Louisville (Estados Unidos) realiza un ensayo clínico para evaluar el efecto de dosis bajas de metronidazol por vía oral para reducir el dolor postoperatorio tras la cirugía en esta enfermedad.

También hay que señalar que la bacteria analizada en el nuevo estudio, Fusobacterium nucleatum, se encuentra en la boca y en la flora intestinal en individuos sanos. Sería interesante comprobar si su mayor presencia en el útero de las mujeres con endometriosis podría deberse a una contaminación con la microbiota fecal, favorecida por un acortamiento de la distancia entre el ano y los genitales en estas pacientes. Así lo propone la hipótesis formulada en nuestro grupo de investigación.

Además, no todas las pacientes reclutadas en este estudio presentaron F. nucleatum en el endometrio, lo que apoya una vez más la hipótesis de que la endometriosis es una enfermedad desencadenada por múltiples factores. Por tanto, es difícil encontrar una única solución para resolver o prevenir su desarrollo.

El avance en el conocimiento de una situación tan compleja requiere de un mayor esfuerzo en la investigación y mucha prudencia a la hora de comunicar los resultados para no generar falsas expectativas, principalmente en las pacientes afectadas. La buena noticia es que se está trabajando en ello y la solución está en camino.

Este artículo ha sido publicado en The Conversation.

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